Época:
Inicio: Año 15
Fin: Año 1299




Comentario

Las tribus itálicas procedentes de la antigua Emilia Romagna se consideran los primeros pobladores de la región de Florencia, instalándose en las cercanías del río Arno, que les proporcionaba agua y pesca. A estas tribus siguieron los etruscos, abandonando el río para instalarse en una colina, consiguiendo así una defensa más fácil del entorno en el que se instalaron. La prosperidad de la colonia etrusca dio lugar a la fundación de Fiésole.
La expansión romana hacia el norte peninsular motivará la derrota de la ciudad etrusca a manos de los invasores. Los romanos instalaron un campamento en la zona donde el río Arno es menos ancho, considerándose este campamento, fundado por un general llamado Fiorinus, el germen de la ciudad. El trazado rectilíneo del acuartelamiento, con su cardus y su decumanus, condicionará el urbanismo del centro de Florencia casi hasta la actualidad. La época de dominación romana fue un periodo próspero y tranquilo del que apenas queda documentación. Se ha conservado el recuerdo de Miniato, mártir cristiano que en el año 250 sufrió persecución y muerte durante la época de Decio. Miniato fue enterrado en el lugar donde posteriormente se levantó la basílica de San Miniato al Monte, situada en la zona conocida como el mirador de la ciudad.

La caída de Roma traerá consigo los continuos ataques de los bárbaros a Florencia, especialmente por parte de los godos. Los lombardos procedentes del norte se instalaron en la región y mantuvieron el control de la pequeña ciudad durante casi toda la Alta Edad Media, haciéndose cargo de ella un duque.

El Imperio Carolingio se hizo con el dominio de la región de Lombardía -su nombre se debe al poder ejercido por los lombardos sobre la zona- y, a través de un conde, de Florencia, todavía una pequeña ciudad que ya en aquellos momentos tenía en el comercio una de sus principales bases económicas. Remontando el Arno, naves griegas y sirias llegaban a la villa para vender sus mercancías, surgiendo las primeras "industrias" en la ciudad. Para proteger y activar el comercio, las familias importantes de Florencia no dudaron en luchar contra los barones que poseían las colinas cercanas y guerrear con las ciudades de su entorno -Arezzo, Pisa o Siena-.

En el siglo XII, la condesa Matilde, esposa del duque de Baviera, Güelfo V, legó la ciudad de Florencia al papa, en un momento de fuerte tensión, al producirse los enfrentamientos entre los güelfos -partidarios del papado- y los gibelinos -partidarios del emperador-. Las luchas entre Papado e Imperio serán aprovechadas por el patriciado florentino para conseguir la independencia de la ciudad hacia el año 1115, estableciéndose un régimen consular. El siguiente paso será la fortificación del perímetro urbano e incluso las campiñas de los alrededores. Pero los conflictos internos se suceden entre los güelfos y los gibelinos, quienes se alternaban en el poder no sin antes producir un continuo derramamiento de sangre. Un evidente signo de las eternas luchas será la construcción de elevadas torres en los diferentes barrios, símbolo tanto de vanidad como de desconfianza. Otro signo de la conflictividad lo tenemos en un texto de la época, cuando un viajero preguntó qué pasaba al ver que se estaba produciendo un grave enfrentamiento armado en una de las plazas de la villa. La respuesta es indicativa del grado de tensión que se vivía: "Nada. Se están distribuyendo los cargos y las magistraturas de la ciudad".

Las luchas intestinas no impedirían que las actividades comerciales y bancarias fueran en aumento, lo que provocaría la creación de una potente burguesía que pronto se organizó en gremios o "Artes". Los miembros de las "Artes" pagaban una elevada suma al gremio, descartando de esta manera a los pequeños artesanos de la asociación. Dirigidas por dos o cuatro cónsules -elegidos por un periodo de seis meses- y por dos consejos, contaban con sus propios funcionarios que se dedicaban a labores de tesorería, contabilidad o control. Sus objetivos eran defender los intereses económicos de sus miembros y vigilar la calidad de los productos. Los dirigentes fijaban condiciones de trabajo, horarios y salarios de todos los agremiados. Cada gremio contaba con su propia policía y sistema judicial interno, reprimiendo todo atisbo de revuelta laboral. El "Arte di Calimala" -dedicado en un primer momento al teñido de paños, la exportación de trigo y la importación de productos exóticos para posteriormente centrarse en los negocios bancarios- y el "Arte della Lana" eran los gremios más importantes.

En los últimos años de la década de 1240 los gibelinos se apoderaron del gobierno de la ciudad. La muerte de su líder, Federico II, en 1250 provocó su inmediata expulsión, motivando un vacío de poder que será aprovechado por las "Artes" para hacerse con el mismo, al menos parcialmente. Los gremios disfrutaron poco de su parcial victoria, ya que en 1260 los gibelinos volvían a Florencia, gracias a la ayuda de Manfredo -hijo del emperador Federico II y usurpador de la corona de Sicilia- y su contundente victoria en la batalla de Montaperti. También fue efímero el gobierno gibelino; en 1267 fueron expulsados definitivamente del poder. En ese momento, la ciudad se dota de una constitución y se convierte en una República, en la que las "Artes" tendrán una importante responsabilidad política.

En 1289 se crean catorce "Artes" menores, con lo que se refuerza la distinción entre pequeña y alta burguesía, excluyéndose de estas corporaciones numerosos sectores económicos como los agricultores, el proletariado urbano o los pescadores. A este grupo de "Artes" menores debemos añadir las siete "Artes" mayores que paulatinamente se irán haciendo con el control del poder.

El centro de la actividad económica de Florencia era la lana. En un primer momento, la fabricación de productos de lana basta era la base económica, pero progresivamente se fueron adoptando nuevas técnicas que llevaron a producir tejidos de excelente calidad. La lana llegaba, en balas de 170 kilos, procedente de España, Portugal, Flandes, Inglaterra, Champagne, Borgoña o Oriente Próximo. En los más de 300 talleres se lavaba, tendía, secaba y confeccionaba, produciendo más de 100.000 piezas de tela al año. A finales del siglo XIII el "Arte della Lana" superaba al de "Calimala", ocupando a un tercio de la población de la ciudad, unos 30.000 obreros. A comienzos del siglo XIII también se empezó a desarrollar la seda. El "Arte de Calimala" se dedicaría asimismo al cambio y la banca, convirtiéndose en poco tiempo en uno de los principales prestamistas de Europa, contando entre sus clientes con papas, emperadores, reyes y todo tipo de pequeños acreedores. A pesar de las continuas prohibiciones de la Iglesia, los intereses eran desorbitados, oscilando entre el 30 y el 100 por 100.

Un signo inequívoco del poder económico florentino será la sustitución del patrón-plata, utilizado hasta 1252 en las transacciones, por el florín de oro, convirtiéndose en una moneda internacional. En la Zecca, junto al Palazzo Vecchio, eran acuñados los florines. Los orfebres controlaban la calidad del metal -garantía de su estabilidad- y del grabado.

En 1293 se promulgan en Florencia los "Ordenamientos de Justicia" en los que se establece que, para tener derecho al título de ciudadano, se debía pertenecer a una de las "Artes". Esto implica que sólo hay unos 1.000 ciudadanos en la ciudad. Por lo tanto, podemos afirmar que el poder lo detenta la burguesía, un grupo social de origen heterogéneo constituido por familias procedentes de la antigua nobleza y por otras de orígenes populares.

Las primeras instituciones republicanas florentinas resultan muy complejas. El Gran Consejo es la base del gobierno y a él pertenecen prácticamente todos los ciudadanos. Por debajo se sitúa el Consejo de los 80, que trata de los asuntos corrientes de Estado al ser más cómoda su reunión. La Señoría es el órgano efectivo de gobierno, constituido por nueve representantes de las "Artes mayores" y el Gonfalonero de Justicia, representante supremo de la República, cargo rotatorio cada dos meses entre dichos nueve. Los cargos de la Señoría son elegidos por el Consejo de los 80. El jefe supremo de las fuerzas armadas debe ser un "extranjero, noble y procedente de un país distante al menos cuarenta leguas", lo que indica la desconfianza existente entre las diferentes facciones políticas para el desarrollo de este cargo. Dicha desconfianza se hace extensiva a todos los cargos públicos, por lo que uno de los objetivos será que el mayor número de ciudadanos ocupe al menos una vez dichos cargos. Los sistemas de elección eran muy complicados, cambiando al menor signo de sospecha. Curiosamente, se combina la suerte con la elección, empleándose en algunos momentos la insaculación, extrayéndose de la bolsa un número de hasta cinco veces el necesario, sorteándose entre los resultantes un número determinado y eligiéndose entre los restantes.

El proletariado urbano no dudó en enfrentarse con la poderosa burguesía, provocando de esta manera nuevos conflictos y levantamientos que no supusieron importantes cambios en los amotinados, pero sí brindarían la ocasión a las grandes familias de hacerse con el control del poder, al tener en sus manos la posibilidad de imponer la paz.